Sábado, 15 Octubre, 2016 "Maratón, una carrera mítica", artículo de Ricardo Ortega Sánchez Pinilla, ex recordman español de maratón
Ricardo Ortega, en el maratón de Nueva York en 1980
Ciudad Real se convertirá en la gran Fiesta del Atletismo regional este domingo 16

En numerosas ocasiones, a lo largo de mis 35 años de práctica de la carrera a pie de larga distancia, he tenido que escuchar la pregunta: “¿Y tú… qué corres?”; para responder: “Yo… maratón”. Y hace más de 20 años, al enterarse de que eso significaba correr a lo largo de más de 42 kilómetros, el que hacía la pregunta afirmaba tajante: “¡Pues hay que estar loco para hacer eso!”. Inmediatamente yo me veía en la obligación de corregirle: “Lo que hay que estar es muy cuerdo; yo todavía no he visto a nadie que haya perdido el juicio y le haya dado por correr sin parar ni tan siquiera 5 kilómetros. Para correr a lo largo de 42 kilómetros, son tantos los momentos de debilidad y tantas las tentaciones de pararte, que hay que tener muy claro en la mente por qué lo haces, cuál es tu objetivo, qué esperas conseguir con eso y qué satisfacciones te puede aportar”.

De ahí arranca el carácter mítico de la carrera de maratón, de la lucha constante entre el deseo de pararte y la ilusión por cubrir la distancia hasta la meta, del equilibrio entre el lamentable estado de sufrimiento físico en que te encuentras allá por el kilómetro 30 y el lúcido estado mental de la conciencia que te dice que cuando llegues a la meta podrás gozar de la satisfacción del deber cumplido, te sentirás psíquicamente más fuerte por haber superado el handicap del sufrimiento físico, disfrutarás intercambiando tus vivencias, experimentadas a lo largo de la carrera, con las de otros compañeros que han acabado como tú o con las de los que sucumbieron al sufrimiento físico o a las lesiones en algún punto kilométrico a lo largo del trayecto; pero sobre todo te sentirás orgulloso de haber cumplido el propósito que te hiciste varias semanas atrás y por el que estuviste entrenándote duro, cuidando tu alimentación, procurando sacar horas de reposo suficiente diariamente y preparando con esmero un material (ropa y zapatillas) que sabes que va a tener un papel casi decisivo en la consecución de tu objetivo: acabar el maratón.

El mito del maratón radica precisamente en eso, en que por muy bien entrenado que estés nunca tienes garantizado que llegarás a la meta. A diferencia de otras distancias olímpicas de carrera, son tantos los factores que pueden alterar el normal desarrollo de la carrera de maratón, que cada vez que estás en la línea de salida de uno, la primera pregunta que te haces es si acabarás, si llegarás a la meta sin ningún contratiempo. Y esto es similar para el corredor de élite y para el corredor “popular” o recreativo, porque los dos quieren acabar en el menor tiempo posible.

Al maratoniano de élite, aunque de por supuesto que va a llegar a la meta, siempre le asalta la duda de a si el ritmo al que va a tener que correr para hacer un buen puesto o batir su marca no le va a pasar factura a partir del kilómetro 30 y le va a obligar a retirarse o le va a hacer reflexionar acerca de si en esa situación vale la pena continuar o es mejor abandonar. Y puede ocurrir que cuando más seguro está de que domina la distancia es cuando suele retirarse por primera vez en un maratón.

El maratoniano “popular” o recreativo siempre piensa en la posibilidad de no llegar a la meta, ya que un “flato”, una ampolla, una rozadura, una molestia previa ya olvidada que se le reaviva, o la falta de bebida o avituallamiento pueden obligarle al abandono. También se pregunta si el ritmo al que tiene planeado correr el maratón le va a pasar o no factura, pero eso es secundario.

Otro aspecto mítico del maratón es que es una distancia que permite, al menos a nivel de élite, poder correr más deprisa de lo que se suele entrenar, y eso abre también la incógnita de qué puede pasar cuando se llegue al kilómetro 30, qué reacciones de sufrimiento o agonía se van a experimentar. En una distancia más corta, eso ya se ha podido experimentar en los entrenamientos. Y en una distancia más larga, como los 100 kilómetros, tampoco se sabe qué reacción experimentará el organismo cuando se lleven ya corridos 50 kilómetros, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que para poder cubrir la distancia hay que correr mucho más despacio de lo que se puede correr en los entrenamientos.

Esos aspectos del maratón son los que, a mi juicio, le convierten en una carrera mítica y van mucho más allá de las raíces o connotaciones históricas, haciendo que para el que lo acaba, eso sea un acontecimiento importante en su vida porque constituye un reto muy superior a la mayoría de los que puede plantearse en su vida cotidiana. Por eso, los maratones populares son acontecimientos deportivos en auge, que atraen cada vez a más participantes, resultando paradójico que en la sociedad del bienestar y la comodidad haya cada vez más gente dispuesta a someterse voluntariamente a esos niveles tan altos de exigencia física, que le suponen un sufrimiento y una agonía que escapan a la comprensión del resto de la sociedad, pero que, al mismo tiempo, su superación les proporciona después momentos muy gratos y, en muchos casos, inolvidables.

Hasta que se celebró en España el primer maratón popular, allá por el año 1978, los que se dedicaban a correr esta distancia eran todos atletas cuyas cualidades no resultaban suficientes para sobresalir en las distancias olímpicas que van desde los 1.500 hasta los 10.000 metros. A partir de esa fecha, el desarrollo de los maratones populares ha sido tan extraordinario y tan grandes las expectativas que suscitan, que se han convertido en el objetivo final de los mejores corredores de distancias más cortas; a veces, incluso, se deciden a correr maratón demasiado pronto, sin haber explotado apenas sus posibilidades en esas otras distancias más cortas. Ese es el principal cambio que ha experimentado la carrera de maratón con el paso de los años: ha pasado de ser la cenicienta de las pruebas olímpicas de atletismo a ser la distancia en la que sueñan con brillar todos los atletas del mundo.

Texto autor: Ricardo Ortega Sánchez-Pinilla, 

Ex recordman español de maratón con 2h11’51” en 1983